La velocidad con la que llevamos a cabo nuestras vidas es el reflejo de la intensidad que aplicamos a nuestras acciones, sea cual sea la hora del día. Cuando uno sólo se dedica a contemplar, la velocidad pasa a ser un color más dentro de la gama que conforman los paisajes frente a nuestros ojos.
Y pensar que una vez prendí la televisión y quedé estufefacto al ritmo de una tonada repetitiva y la ventana de un tren. Deberías sentir lo que yo siento... Deberías tomar lo que yo tomo...
Una a una las luces del día se van a pagando y entre las tinieblas distinguimos los campos y pasan a prisa, como si no nos permitieran que les grabemos en la memoria, para añorar estar en ellos más tarde.