martes, 20 de julio de 2010

Star Guitar

La velocidad siempre me gustó. Sobretodo ver a través del vidrio como muchas personas hacen su vida, sin que tengan menor reparo en que alguien los está mirando. Así como para ellos, yo soy invisible, para mi, ellos sólo han existido esos segundos que los tengo delante y veo uno tras otro pasar como luces, como postes, como casas, como arbustos, como la vida misma.

La velocidad con la que llevamos a cabo nuestras vidas es el reflejo de la intensidad que aplicamos a nuestras acciones, sea cual sea la hora del día. Cuando uno sólo se dedica a contemplar, la velocidad pasa a ser un color más dentro de la gama que conforman los paisajes frente a nuestros ojos.

Y pensar que una vez prendí la televisión y quedé estufefacto al ritmo de una tonada repetitiva y la ventana de un tren. Deberías sentir lo que yo siento... Deberías tomar lo que yo tomo...

Una a una las luces del día se van a pagando y entre las tinieblas distinguimos los campos y pasan a prisa, como si no nos permitieran que les grabemos en la memoria, para añorar estar en ellos más tarde.

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